¿Qué es la pobreza menstrual?

Según la ONU, mil ochocientos millones de mujeres y niñas en el mundo tienen la regla y muchas de ellas no pueden acceder a productos de higiene, a esto se le añade el hecho de que aproximadamente la mitad de estas mujeres no tienen acceso a agua limpia.

Este inicio nos da una idea de a qué nos estamos refiriendo al hablar de pobreza menstrual. En países más desarrollados, se suele hacer referencia con este término a aquellas situaciones en las que por falta de recursos económicos una mujer no puede acceder a productos sanitarios adecuados. En otras partes del mundo menos desarrolladas, este término se identifica, no solo con la falta de productos higiénicos, sino, además, con la dificultad de vivir una menstruación saludable llena de prejuicios sociales y una ausencia absoluta de educación sobre salud menstrual.

La OMS concluye que para que una mujer pueda llevar a cabo una buena gestión menstrual debe tener acceso a artículos higiénicos, así como a agua y jabón para poder lavarse siempre que quiera, acceso a un baño o letrina donde pueden desechar los residuos, que tengan conocimientos sobre su ciclo, y que todo esto puedan gestionarlo en condiciones de seguridad, sin miedo y sin sentir vergüenza por ello.

¿Cuántas mujeres en el mundo viven su ciclo menstrual desde un conocimiento profundo, empoderadas y liberadas de toda connotación negativa en torno a la regla? ¿Cuántas mujeres que conoces se sienten totalmente libres de vergüenza para hablar de su menstruación? ¿Sigue siendo este un tema tabú?

Desafortunadamente sí que lo es, y aunque es difícil dar un dato exacto, se calcula que unos 500 millones de mujeres en el mundo no tienen acceso a productos de higiene menstrual o agua limpia.

Además de las dificultades económicas y de infraestructura, en muchos países del mundo sigue habiendo falsas creencias y mitos asociados a la menstruación, que dificultan la vida de millones de mujeres, vulnerando, además, sus derechos fundamentales.

En algunas comunidades de Nepal, por ejemplo, se obliga a las niñas y mujeres en fase menstrual a que se retiren a una cabaña alejada del resto de la población. Este proceso, además de ser llevado con vergüenza, deja a las niñas en un lugar de especial vulnerabilidad ya que, por una parte, no pueden asistir con regularidad a la escuela, y, por otra parte, el aislamiento físico las deja en total soledad ante cualquier peligro.

En lugares de Vietnam, las niñas no pueden recolectar frutos del árbol mientras están con la regla porque dejará de florecer al año siguiente. En zonas de Indonesia las jóvenes no pueden utilizar tampones ni copas menstruales si no están casadas puesto que su uso se asocia con la pérdida de la virginidad. En Camerún, por ejemplo, ellas son responsables de la infertilidad de la tierra si caminan cerca de los cultivos mientras están con el período.

Casi la mitad de las adolescentes de Uganda e Indonesia no van a la escuela cuando están menstruando, perdiendo hasta 24 días de clase al año, según investigaciones.

En definitiva, si queremos acabar con este tipo de tabúes, debemos conseguir que, en todas las sociedades del mundo, incluida la nuestra, se hable abiertamente de la menstruación y sus implicaciones, sin miedos ni vergüenza.

 Es por esto que desde Paz y Desarrollo se llevan a cabo varios proyectos en los que el conocimiento sobre el ciclo menstrual supone un pilar fundamental para lograr el empoderamiento efectivo de las mujeres en sus comunidades. En este enlace, se puede conocer más sobre el proyecto que PyD llevó a cabo en Ecuador dentro del programa MURU para Contribuir a la reducción de la violencia basada en género con énfasis en la violencia sexual ejercida sobre niñas, niños y adolescentes (nna) del noroccidente de Pichincha mediante la aplicación de estrategias de prevención en el SIPEVCM con énfasis en educación y salud.

Dentro de este proyecto, que pretende fortalecer los acuerdos interinstitucionales y acciones para prevenir la violencia basada en género que se ejerce sobre la niñez y adolescencia, se llevó a cabo un proceso de resignificación de la menstruación, para ejercer esta acción biológica desde la conciencia, y la no discriminación de las mujeres menstruantes.

Esta escuela de enseñanza desde la sabiduría de las mujeres en todas sus edades ha permitido dialogar, conocer y aprender más sobre la menstruación, la ciclicidad de las mujeres, quienes junto a sus madres y personas que acompañan la gestión de la menstruación han podido comprender este proceso biológico desde el tabú hacia la dignidad. En ese sentido el “Micelio Lunar” ha dado paso a niñas y adolescentes más empoderadas sobre su cuerpo – territorio promoviendo su soberanía.

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